La expansión de los BRICS y el desafío a Occidente del nuevo emperador global
Brasil, Rusia, India y China (BRIC) comenzaron a celebrar cumbres en 2006 para tender puentes y establecer intereses comunes entre los cuatro. Tres años más tarde se unió Sudáfrica al grupo para dar forma al acrónimo BRICS. Con el paso del tiempo, el resultado económico de la unión informal de países emergentes ha sido especialmente beneficioso para China y realmente perjudicial para el resto. La diplomacia del panda que simbolizaba las relaciones políticas de lealtad y amistad con otros países -con regalos o préstamos de estos mamíferos blancos con antifaz oscuro- no ha sido más que el abrazo de un gran oso en lo económico.
Hay que hacer memoria para verlo. En 2001, Pekín había logrado su entrada en la Organización Mundial del Comercio (OMC) que le exigía, entre otras cosas, abrazar el libre cambio de su moneda y la adaptación a determinadas normas de reciprocidad internacionales. Pero China encontró en el club BRICS el respaldo y cobertura a su política de capitalismo dirigido y tipo de cambio anclado semiflexible frente al dólar, mientras a la vez Estados Unidos y Europa convertían al país en su gran fábrica donde externalizaban su producción de casi todo.
En solo dos décadas, China ha logrado multiplicar por cuatro su cuota en las exportaciones mundiales, del 3% 13,5%, y su PIB por 15 veces, de 1,2 a 18 billones de dólares que le convierten en la segunda mayor área económica del mundo por delante de la Unión Europea y tras EEUU ¿Qué pasó con los BRIS sin China? Les resultará curioso comprobar que tanto Brasil (real) como Rusia (rublo) han crecido mucho menos que el resto. Entraron en el club con un PIB de 700.000 millones y apenas lo han doblado. India, en cambio, ha cuadruplicado el suyo hasta 3,2 billones conforme impulsa cada vez más sus relaciones con Occidente.
Pese a que la pertenencia al club BRICS parece beneficiar a su socio más poderoso por encima de todo, hoy cada vez más países emergentes llaman a la puerta de un superclub de lo más heterogéneo en el que cabe casi todo y que parece unido bajo un objetivo común: des-dolarizar. En su cumbre de esta semana en Johannesburgo, los cinco han dado su visto bueno a la ampliación de la unión informal. Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Egipto, Etiopía y Argentina pasarán a ser miembros de pleno derecho de las asociación a partir del 1 de enero de 2024.
Qué implicaciones tiene o qué criterios se tienen en cuenta son misterios todavía por resolver porque n parece que hasta ahora haya habido reglas coherentes o comprensibles. Y ahí está su gran punto débil o el talón de Aquiles de una asociación que parece a priori una fachada de cartón piedra al servicio y vasallaje de China o de Rusia, según sea el ámbito comercial o militar el que esté sobre la mesa.
Durante largo tiempo se ha hablado de la posibilidad de una moneda común que haga frente al dólar, pero la realidad es que va siendo el yuan chino el único que realmente está creciendo y ganando confianza entre los miembros de los BRICS. Siguiendo el juego de los acrónimos, la ampliación del club obligará a renombrarlo pese a que Rusia se ha mostrado en contra de esa propuesta. Las alternativas no serán fáciles pero ESEIIBACAER puede ser una evolución del BRICS que nos encontraremos o no, a partir del año que viene. Puede que haya bajas de última hora. El candidato argentino emergente en las encuestas Javier Milei se ha mostrado partidario de la dolarización y no quieres saber nada de alinearse con China, pese a la influencia creciente que el gigante asiático tiene sobre su economía.
La lógica preocupación de que el grupo desafíe la hegemonía del dólar y el euro en el corto plazo parece algo exagerada debido a la posición de competencia e incluso hostilidad entre los miembros del bloque. Brasil, India y Sudáfrica han mostrado su rechazo a las pretensiones de China y Rusia de que el nuevo club se convierta en un desafío a Occidente, pero la incorporación de un bloque de Oriente Medio con gran capacidad económica y energética como Arabia Saudí y Emiratos (EAU), junto a una potencia agroalimentaria como Argentina sí que deben sembrar la alerta sobre la configuración nuevos cárteles mundiales a imagen y semejanza de la OPEP. Por supuesto, el respeto de los derechos humanos y de la libertad individual en general, o de la mujer en particular, son valores que brillan por su ausencia en este club informal de países con regímenes de baja calidad democrática.